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Confederancia del Episcopado Dominicano dice pese a deterioro familiar mujer dominicana incrementa liderazgo

Resultado de imagen para conferencia del episcopado dominicanoREPÚBLICA DOMINICANA.- La Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) sostuvo este martes que a pesar del deterioro familiar, la mujer dominicana incrementa su liderazgo y se preocupa por su propia formación y desarrollo.
El Episcopado expresĂł mediante su Carta Pastoral 2017, que “son heroĂ­nas nuestras mujeres mĂĄs pobres, madres del campo y de los barrios de nuestras ciudades, que poseyendo menos estudios y, consecuentemente, con menos posibilidades de trabajo formal, viven una vida de muchos sacrificios, trabajando duramente en medio de precariedades para sostener sus hogares”.

La entidad presentĂł la acostumbrada misiva por motivo a celebrarse el prĂłximo sĂĄbado 21 el DĂ­a de Nuestra SeĂąora de la Altagracia.
A continuaciĂłn la Carta Pastoral Ă­ntegra:

Resumen Carta Pastoral, enero 2017

La Mujer en la Sociedad Dominicana

En la solemne fiesta de Nuestra SeĂąora de la Altagracia, Protectora del Pueblo Dominicano, como pastores, esta vez hemos puesto nuestra mirada en un tema crucial, en una realidad vital para nuestro paĂ­s: la mujer en la sociedad dominicana. No pretendemos abordar de modo exhaustivo este tema, sino compartir con ustedes aspectos importantes y urgentes desafĂ­os, sobre todo en aquellas situaciones que laceran no sĂłlo la dignidad de la mujer, sino la misma condiciĂłn de todo ser humano.
Realidades de la mujer en RepĂşblica Dominicana
La mujer dominicana es casi la mitad de la poblaciĂłn nacional: 50.2% es masculina, y el 49.8% es femenina. El deterioro familiar ha incrementado el liderazgo exclusivamente femenino en los hogares. Ella asume tareas de proveer y cuidar, realidad que exige trabajos informales para garantizar flexibilidad de horario; las estadĂ­sticas muestran mejorĂ­as en las viviendas que estas mujeres lideran.
Es de alabar el hecho de que la mujer dominicana cada vez mĂĄs se preocupa por su propia formaciĂłn y desarrollo, como lo testimonian las matrĂ­culas y graduaciones universitarias (62.8% mujeres, 37.2% hombres) Es deseable que sus esfuerzos y sacrificios sean bien valorados.
Es importante destacar que tambiĂŠn en el campo de la polĂ­tica se estĂĄ tomando conciencia del aporte que la mujer, con su especial sensibilidad humana, puede dar a la sociedad. AsĂ­ lo muestran los datos de la reciĂŠn pasada contienda electoral del 2016. El 44.32% de las candidaturas para todos los cargos fueron mujeres, y el 55.68% hombres. Hemos de reconocer tambiĂŠn el aporte que dan a nuestra economĂ­a nacional. El 54% de las remesas recibidas en el paĂ­s, a travĂŠs de canales formales, provienen de mujeres migrantes.
Son heroĂ­nas nuestras mujeres mĂĄs pobres, madres del campo y de los barrios de nuestras ciudades, que poseyendo menos estudios y, consecuentemente, con menos posibilidades de trabajo formal, viven una vida de muchos sacrificios, trabajando duramente en medio de precariedades para sostener sus hogares.
No obstante lo anterior, la pobreza y el analfabetismo generan grandes problemas que afectan tambiĂŠn significativamente a nuestras mujeres, como es el embarazo en edad temprana, cuyas causas principales son la desintegraciĂłn familiar, la falta de educaciĂłn en valores, la mentalidad subjetivista, relativista y de consumo de nuestra sociedad actual.
Por otro lado, notamos que una espiral de violencia invade los espacios de la sociedad dominicana. Dicha violencia alcanza diversos escenarios, entre ellos: el intrafamiliar; el laboral; el vinculado a un contexto social y cultural, donde se somete a la mujer por el hecho de serlo; de conflictos de relaciones de parejas y ex parejas. Sentimos profundo dolor con el drama de tantos niĂąos y niĂąas huĂŠrfanos que ven morir a su madre por manos de su pareja, con el agravante suicidio de su padre, dejĂĄndolos en total abandono por la ausencia de una respuesta del Estado.
Otro mal poderoso y “silencioso” es la trata de personas. El paĂ­s ha sido identificado como proveedor de mujeres para el negocio ilĂ­cito de la industria del “entretenimiento mundial”. En este orden, esperamos que se hagan mayores esfuerzos en la aplicaciĂłn de ley 137-03 que condena la trata ilĂ­cita de personas.
Hemos de seĂąalar que en el viacrucis de sus vidas, muchas mujeres dominicanas transitan por la calle de la amargura y el sufrimiento, cargando con los pecados y errores de una sociedad que no las valora ni respeta; condenadas a grandes sacrificios de pago de impuestos para mantener la vida de confort de muchos polĂ­ticos sin escrĂşpulos. Las garras de la corrupciĂłn impenitente las despojan a ella y a su familia de las vestiduras, de la comida, de la medicina… y las condenan a tener que vivir debajo de los puentes o a orillas de rĂ­os y caĂąadas, mientras desde su pobreza observan cĂłmo algunos polĂ­ticos disfrutan sin consecuencias e impunidad de riquezas mal habidas. Mujeres que, como JesĂşs camino al calvario, caen al suelo una, dos, y mĂĄs veces, por el peso insoportable de una canasta familiar inalcanzable y el drama de sus hijos pasando hambre. Falta la conciencia de un Estado que como el Cirineo estĂŠ dispuesto a hacer sacrificios reduciendo el gasto de la burocracia y el clientelismo polĂ­tico para ayudar al desarrollo de la familia dominicana.
Las ĂŠlites de ciertos paĂ­ses ricos, dueĂąos de los grandes laboratorios y fĂĄbricas de armas mortales, bajo el pretexto de la “superpoblaciĂłn con el apoyo de organismos internacionales de prestigio, se han inventado la ideologĂ­a de gĂŠnero, cuyo propĂłsito principal encubierto es destruir la familia y arrasar con todos los principios ĂŠticos y morales. Es esa corriente ideolĂłgica la promotora del libertinaje sexual en adolescentes y jĂłvenes, del homosexualismo, del lesbianismo y del aborto.
El Papa Francisco nos pone en alerta sobre esta corriente ideolĂłgica: «Otro desafĂ­o surge de diversas formas de una ideologĂ­a, genĂŠricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer.
Y en lo que tiene que ver con el aborto que a ningĂşn catĂłlico le quepa la menor duda de que ĂŠste es uno de los peores crĂ­menes de la humanidad, como bien lo enfatiza el Papa Francisco: “El aborto no es un mal menor: es un crimen. Es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto”. Y agrega: “Es necesario reiterar la oposiciĂłn mĂĄs firme a cualquier atentado directo a la vida, especialmente inocente e indefensa, y el nonato en el seno materno es el inocente por antonomasia.
No obstante lo anterior, a pesar de todas estas dificultades, nuestras mujeres, generosas y trabajadoras estĂĄn llenas de esperanza, con la conciencia de que todo su sufrimiento no serĂĄ en vano y que llegarĂĄ el dĂ­a en que se encenderĂĄ la luz de la resurrecciĂłn en nuestro pueblo, y habrĂĄ respeto a la dignidad humana, oportunidad de educaciĂłn y de trabajo para todos, y donde florecerĂĄn la unidad, el amor, la paz y la felicidad para todas nuestras familias dominicanas.
Fundamento de la dignidad humana
Lo “masculino” y lo “femenino” diferencian a dos individuos de igual dignidad, que no poseen una igualdad estĂĄtica, porque lo especĂ­ficamente femenino es diverso a lo especĂ­ficamente masculino. Ambos se complementan, no sĂłlo desde el punto de vista fĂ­sico, sino psĂ­quico y ontolĂłgico. A esta unidad Dios le confĂ­a no sĂłlo la procreaciĂłn, sino la construcciĂłn de la historia. Ahora bien, cada persona no es, en tanto que hombre o mujer, Ăşnicamente la mitad de la imagen divina porque es, al mismo tiempo, indivisible. No se trata de un antagonismo o rivalidad entre ambos. “Humanidad” significa llamada a la comuniĂłn interpersonal. Se logra cuando la persona no se busca a sĂ­ misma, sino que se dona. Con todo, existe un conflicto entre el ser y el deber ser, llamado “pecado original”.
Cuando el hombre ofende la dignidad de la mujer actĂşa no sĂłlo contra ĂŠl mismo, sino contra Dios. Si en vez de entregarse, el hombre intenta dominar a la mujer surge opresiĂłn que humilla al “co-sujeto”, imponiĂŠndose la posesiĂłn. Superar el pecado es superar dicha perversiĂłn, restableciendo el orden creacional, donde el “humano engendrar”. Es comĂşn al hombre y a la mujer, pero donde ella, como especial “guardiana del ser humano”, vive una realidad innegablemente mĂĄs profunda, pues en su asumir, integra las energĂ­as de su cuerpo y de su alma.
ParticipaciĂłn femenina en la Sagrada Escritura
Para intervenir en la historia, Dios tambiĂŠn se ha dirigido a algunas mujeres. El Santo Padre Francisco ilumina este pronunciamiento cuando afirma que “la mujer tiene especial sensibilidad por las cosas de Dios”. Existen evidencias femeninas en defensa de la vida frĂĄgil: cuando el contexto hegemĂłnico demanda muertes infantiles, ella “envuelve la vida entre juncos”, depositĂĄndola en ĂĄrea de rescate (Ex 2,3.6). Cuando el poder opresor llama a asesinar inocentes, ella inventa alternativas para protegerlos, porque reverencia la divinidad palpitando entre sus manos. 
En los nuevos tiempos, como la sabidurĂ­a, tambiĂŠn MarĂ­a de Nazaret estuvo allĂ­: en un sĂ­ fecundo, donde faltaba el vino, a los pies de la cruz… junto a ĂŠl. La mujer se encuentra en el mismo corazĂłn del acontecimiento salvĂ­fico. Si para sellar su Alianza, Dios habĂ­a elegido hombres, en los nuevos tiempos se fijĂł en MarĂ­a. Ella abriĂł las puertas de la dignidad a las mujeres de todos los tiempos.                                                   
Realidades y horizonte de la mujer dominicana en la Iglesia CatĂłlica
En nuestro territorio nacional, el 48% de las mujeres, en edad de 15 a 49 aĂąos, se declaran miembros de la Iglesia catĂłlica. Un 20%, de la comunidad protestante, y un 28% se identifica sin religiĂłn.
Con el Pontificado del Santo Padre Francisco se ha impulsado la directriz mĂĄs carente, la participaciĂłn de la mujer. Él considera que ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como MarĂ­a, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar. Para ĂŠl son inseparables Cristo, su Madre y la Iglesia. No entiende la salvaciĂłn realizada por JesĂşs sin considerar la maternidad de la Iglesia. No entiende una Iglesia sin mujeres. El pensamiento del Santo Padre es para esta Iglesia peregrina en RepĂşblica Dominicana, horizonte y desafĂ­o. Lamenta que se confunda el “servicio” con la “servidumbre” en lo que toca a la funciĂłn que desempeĂąa. Las quiere en perspectivas de decisiones arriesgadas. Celebra su presencia en comisiones de producciĂłn de pensamiento, pero asegura “hacen falta otras”. Para ĂŠl, la Iglesia es mujer, es “la Iglesia”, no “el Iglesia”.
Actualmente, nuestro paĂ­s cuenta con mĂĄs de 100 congregaciones femeninas. Este fermento del Reino de Dios posee la direcciĂłn, en diversos puntos del paĂ­s, de numerosos centros: educativos, asistenciales,  de sanidad, espiritualidad, comunicaciĂłn y otros.
La Iglesia dominicana ha tenido, en los Ăşltimos aĂąos, la formaciĂłn de laicos y laicas, como prioridad pastoral. Ellas, ministras extraordinarias de la ComuniĂłn, animadoras de asamblea y comunidad, acĂłlitas, servidora del altar, sacristanas, misioneras, catequistas, predicadoras, etc., se integran a las Escuelas de TeologĂ­a Pastoral para Laicos, en diversos centros diocesanos. Esta capacitaciĂłn, generadora de una nueva visiĂłn eclesial y teolĂłgica, las hace madurar en su fe y cuestionamientos.
ConclusiĂłn
Invitamos a todos a respetar su dignidad y, especialmente, a educar a niĂąos, adolescentes y jĂłvenes para que hagan lo mismo. ¡Nada de violencia contra la mujer, que no seamos capaces de daĂąar tan hermosa obra del Creador!
Pedimos a las autoridades mantenerse vigilantes, para que la eficaz aplicaciĂłn de la ley impida a los violentos hacer mĂĄs daĂąo a una parte tan vital de nuestra sociedad.
Confiamos en la toma de conciencia de nuestras autoridades y de toda la sociedad, a fin de que se detenga ya la perversa pretensiĂłn a favor del crimen de niĂąos y niĂąas inocentes que claman con piedad desde el vientre de su madre que les dejen nacer; niĂąos y niĂąas entre los que se podrĂ­an encontrar futuros presidentes, futuros hombres y mujeres de ciencia, hĂŠroes y heroĂ­nas del pueblo dominicano.


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